Un estudio muestra que el 52% de las danesas cree haber sufrido violencia, tasa más alta de la UE.
La elevada sensibilidad social hace aflorar el fenómeno.
Una gélida y blanca noche de invierno salió como pudo de casa, con un
solo zapato puesto y con un hijo en cada mano. Mary (no damos ni su
verdadero nombre, ni su país de origen, porque así nos lo ha pedido)
cuenta así cómo abandonó todo lo que tenía después de cinco años de
palizas, de horas encerrada en el sótano. Dice haberse negado a sí misma
durante mucho tiempo lo que le estaba pasando, por miedo, por
inseguridad en un país ajeno. La gota que colmó el vaso fue ver que sus
hijos empezaban también a recibir bofetadas.
El dato danés supera en 19 puntos la media europea
Como tenía permiso de residencia, recibió las mismas prestaciones que cualquier otra mujer
danesa.
Estuvo tres meses en el Centro de Atención a Mujeres Maltratadas de
Frederiksværk. Durante un total de diez, tuvo la ayuda de una psicóloga,
pagada por el Estado, que además de escucharla, la convenció primero,
de que no estaba bien que su novio le pegara y después, de que podía y
debía rehacer su vida. En el centro recuerdan que celebraron con ella su
30 cumpleaños con banderas, una roja y blanca, la danesa, otra con los
colores de su país de origen. También hubo tarta, de nata y fresas. Hoy
vive lejos, en otra ciudad, con sus hijos, un trabajo y una nueva
pareja. Estudió una diplomatura, está trabajando de lo que estudió y
sacando a sus hijos adelante.
Dinamarca acumula el más alto porcentaje de
denuncias de violencia de género de la
UE, no sólo del ámbito familiar sino también laboral. Una macroencuesta publicada recientemente por la
Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE
muestra que un 52% de las mujeres danesas considera haber sufrido
alguna forma de violencia física y/o sexual, frente a una media europea
del 33%. El resto de
Escandinavia
también aparece en cabeza del reciente informe. En estos países, la
incorporación de la mujer al mercado laboral se produjo mucho antes que
en los países del este y sur de Europa y la defensa de los valores
progresistas es compartida por ambos sexos. Los expertos señalan a un
engrasado mecanismo que facilita las denuncian como uno de los factores
que explican los datos. En el caso danés, la llegada de familias
refugiadas e inmigrantes procedentes de otras culturas es también según
los estudiosos otra de las razones. Por último, achacan parte del
problema a una educación excesivamente progresista.
Paradoja nórdica
- Dinamarca es considerada una de las sociedades más democráticas y
civilizadas del mundo. Las mujeres ocupan un 17% de los cargos
directivos, frente al 9,5% de la media europea.
- El inquietante resultado del estudio sobre violencia de género
muestra, según algunos expertos, grietas en un modelo que inspira a
muchos. Pero también evidencia la alta concienciación social con el
problema.
Gracias a la ayuda que recibió del Estado de bienestar danés, Mary ha
conseguido pasarse al bando de las mujeres independientes, al que
representan no solo Helle Thorning-Schmidt, actual jefa de Gobierno y
primera mujer que logra el cargo en Dinamarca, sino también ese nutrido
17% de danesas que ocupan puestos de dirección (la media comunitaria es
del 9,5%) en empresas que operan en el país. En Dinamarca, el año que
viene se cumplirán 100 años del voto femenino, primer escalón en la
igualdad de género.
Mary no tuvo que abandonar Dinamarca, pero otras mujeres sí. Algunas van a
Suecia,
donde la lengua es similar y el esfuerzo de adaptación menor. Las hay
también que cambian su nombre, su identidad. El objetivo es que se
sientan más seguras y puedan empezar de cero. Y lo fundamental, es que
“estudien, algo que les guste y que les devuelva el respeto por sí
mismas. La educación hace también rico a un país”, dice Lene Hækmand. En
sus 14 años de directora del centro de mujeres maltratadas de
Frederiksværk, Lene ha visto a muchas mujeres empezar de nuevo. “Aquí
pueden hacerlo, esa es la gran diferencia con otros países europeos,
entre ellos España, porque el Estado les concede además de apoyo
psicológico y logístico, el
kontanthjælp, una ayuda de
aproximadamente 10.000 coronas al mes libres de impuestos, unos 1.400
euros”, dice. La independencia, entre otras la económica, favorece que
el número de mujeres víctimas de la violencia de género que consiguen
salir de su situación sea en Dinamarca muy alto. “Solo el 10% de ellas
vuelven con sus maltratadores, hace unos años el porcentaje era del
50%”, subraya Lene.
“Es un problema. Hay una libertad malinterpretada”, alerta un experto
Una de las razones por las que se ha conseguido darle la vuelta a las
estadísticas es la aprobación, siendo primer ministro de Dinamarca
Anders Fogh Rasmussen
(2001-2009), de la primera ley estratégica contra la violencia de
género. Una ley que, entre otras cosas, recoge que “no tiene por qué ser
la maltratada la que denuncie al agresor, la policía también puede
hacerlo”, explica la pedagoga especializada en violencia de género, Maja
Christensen. Ella añade que las mujeres maltratadas en Dinamarca
reciben gracias a esa ley el asesoramiento de un trabajador social que
les ayuda a buscar casa, colegio para los niños y les explica qué
servicios tiene el barrio o la ciudad a la que se mudan para alejarse de
su agresor y de su entorno. “La clave es que no se sientan solas”
sentencia Maja Christensen, sea cual sea su origen. “Del total de
mujeres que hemos atendido aquí en los diez años que yo llevo trabajando
con casos graves de violencia de género, la mitad son danesas, la otra
mitad extranjeras con permiso de residencia. El porcentaje de refugiados
e inmigrantes que Dinamarca acoge es, junto con Suecia, uno de los más
altos de Europa”.
En Dinamarca, el año que viene se cumplirán 100 años del voto femenino, primer escalón en la igualdad de género
Esa es según los expertos una de las razones que explica que el
último informe sobre violencia de género realizado entre los 28 miembros
de la UE coloque a Dinamarca como el país europeo con más casos de
violencia machista, pero no la única. Karen Helweg Peterson, del
Observatorio danés de la Violencia, no confía en esas estadísticas
europeas y asegura que “tiene que haber defectos en la forma de
elaborarlas. Se hacían preguntas directas y abiertas a mujeres elegidas
al azar y te aseguro que aquí hay menos tabúes que en otros países del
sur o el este de Europa para hablar de violencia y que los límites los
colocamos también en lugares diferentes”.
Para Morten Kjæum, director del FRA, el centro que hizo la estadística para
Eurostat,
la Oficina Europea de Estadísticas, Dinamarca tiene, no obstante, un
problema real con la violencia de género y tanto la sociedad como las
instituciones están mirando hacia otro lado. “En una sociedad
industrializada y progresista como la danesa a los menores se les da
libertad desde edad muy temprana, pero una libertad mal entendida y poco
controlada. Desde los 8, 9 y 10 años se mueven solas por las ciudades,
sin ser conscientes ni de los peligros, ni de cómo defenderse de ellos”.
No tiene por qué ser la maltratada la que denuncie al agresor, la policía también puede hacerlo
Maja Christensen, especialista en violencia de género
Birgit Soederber, presidenta de los Centros de Acogida para mujeres
en Dinamarca, ofrece ejemplos concretos. “Las cifras son alarmantes y
nos estamos quedando atrás. Cuando hacemos campañas sobre violencia en
el noviazgo y llamamos para ofrecer visitas y charlas en los colegios
públicos, hay muchas escuelas que nos dicen que no, que no es necesario,
que ese tipo de comportamientos no ocurren en su centro entre los
adolescentes de 13, 14 o 15 años que empiezan a tener sus primeras
relaciones”. Los padres trabajan, tienen poco tiempo y tampoco hablan lo
suficiente con sus hijos. “En Dinamarca por ejemplo, no criminalizamos
la compra de sexo y a las mujeres jóvenes, muchas de ellas todavía sin
criterio propio, se les da la impresión de que todo vale y cuando se ven
en ciertas situaciones no pueden o no saben pararlo. Lo mismo con los
chicos, ellos tienen que aprender que un no, es un no”. De hecho,
sentencia Kjæum, “estamos haciendo a nuestros jóvenes más vulnerables
ante la violencia y el acoso sexual que en otros países europeos”.